jueves, 7 de julio de 2011

CUENTOS CORTOS PARA DISENTIR.

ORIGINALES DE HERALDO ARACEL
LA CRUZ

En medio de la noche comenzó un estruendo creciente y un agitar de enseres que terminó por derrumbar los muros y techumbre de la casona de campo.
El niño que dormía plácidamente en un prolijo cuarto despertó aterrado por el movimiento infernal de la tierra y los quejidos de los muros que se desplomaban a su alrededor.
Sintió que su cama se elevó por los aires y terminó con su delicado cuerpo en el suelo helado y lleno de escombros.
Trató de buscar la salida pero desorientado en medio de la oscuridad no sabía por donde escapar.
A gatas trataba de avanzar hacia alguna salida que no lograba encontrar. En su doloroso recorrido tocó algo que dio un chispazo, volvió a buscar afanadamente el objeto pensando que sería una vela que se había volcado y otro destello al roce de sus manos dejó más nítido el reflejo de una cruz blanca. La tomó con sus pequeñas manos la acercó a su pecho y empezó una de sus oraciones favoritas que tenía para dormir.
Al instante la cruz empezó a iluminar el desolado lugar permitiéndole llegar hasta el cuarto donde estaban sus padres atrapados por el derrumbado techo cargado de nieve, palos, piedras y barro.
Como pudo llegó hasta ellos y con la luz de la cruz lograron salir de las ruinas de la casa.
Al ver la gente del pueblo aquella enorme casa totalmente destruida y sus moradores sin un rasguño, empezaron a preguntarse ¿cómo era posible que hubieran salido vivos de aquel descalabro?
Finalmente el niño relató la extraña luminosidad de la cruz, propagándose una ola de fervor religioso que llevó al creyente pueblo a reconstruir la casona y levantar un altar en el sitio donde se había encontrado la cruz.
El niño creció en un ambiente cristiano y devoto siguiendo el oficio de Sastre como su padre.
Cuando se fueron a vivir a un pueblito cerca de la frontera con Alemania se llevó como único recuerdo la cruz, manteniéndola en un pequeño altar dentro del hogar sin revelar el secreto de su maravillosa historia.
Uno de sus hijos prefirió el oficio de Militar. Al casarse tuvo dos hijos.
El día que nació el segundo hijo la cruz iluminó toda la noche el cuarto del recién nacido, quedando después convertida en un trozo de madera reseca y negruzca.
Cuando murió la esposa del militar, este se retiró dedicándose a estudiar la historia de la Iglesia Polaca.
El hijo mayor tenía el oficio de Doctor, muriendo tempranamente por contagio de una mortal enfermedad.
Con la pena de las dos irreparables pérdidas el hombre guió a su único hijo por el camino del sacerdocio.
Muchos años más tarde el hijo del militar fue elegido Sumo Pontífice.
Al anunciarse con humo blanco la noticia, la cruz iluminó el cuarto del Santo Padre por tres días quedando finalmente un residuo dorado que fue guardado en un altar secreto del Vaticano.
En la primera reunión de los Cardenales el hijo del Militar les dijo - “en el siglo que viene partiré después de un Viernes Santo, sepultadme en mi pueblo natal y esparcir estas cenizas en las montañas de Polonia “.
Sin embargo a la hora de su muerte los Cardenales lo sepultaron en la cripta que guardaba el residuo dorado de la cruz, guardando celosamente el secreto y comenzando de inmediato su canonización por considerar que era el Santo Padre más cercano a Dios desde hacía muchos siglos.


Respeto y Veneración

El Teniente Alejandro era un joven ambicioso y tozudo. Tuvo siempre a toda su familia subyugada a su patriarcal poder debido a sus años sirviendo en las milicias de un país al Sur de América.
Siendo déspota y severo se había ganado el odio de muchos subalternos que esperaban la mejor oportunidad para borrar de un solo sablazo la burlona y desagradable sonrisa de su rostro.
Era incrédulo pero debido a las obligaciones protocolares que debía cumplir, parecía un devoto y cristiano militar.
Sus más cercanos sabían que era cruel y no le temblaría la mano para eliminar hasta su mejor amigo por conquistar poder y riquezas.
Muchos pensaban que sería capaz de entregarle su alma al mismísimo Satanás con tal de conseguir sus propósitos.
Con muchos problemas logró ascender al grado de Teniente Coronel del Ejército Real.

Cuando aún era Teniente enfermó gravemente su hijo Manuel y no había doctor que pudiera dar con la cura del enfermo.
El hombre recorrió otras fronteras tratando de salvar a su niño pero todo era imposible.
Recurrió a Sacerdotes, Médium, pero nadie le daba esperanzas, sólo consuelo en el Señor y mucha fe.
El hombre fue aconsejado para buscar en brujos y curanderos mapuches la posibilidad de sanar a su adorado hijo pero tampoco recibió la esperanzadora cura.
Desconsolado y loco de desesperación se fue a la cripta de sus antepasados a rezar por la salud de su pequeño hijo.
No aceptaba que el único vástago suyo, el varón que seguiría con su apellido, el hombre que seguiría la tradición por las armas, pudiera terminar su vida a tan corta edad.
En la tumba de sus padres doblegó su orgullo y lloró y lloró amargamente.
Pasaban las horas y no tenía el ánimo de levantarse para volver a casa.
Cerca de la media noche se le acercó un joven de muy buena presencia y le dijo que él sabía como curar la enfermedad de su hijo.
El hombre estaba tan acongojado que no lo escuchaba, pero la insistencia del joven lo hizo volver a su realidad y tratar de entender la propuesta del desconocido.
-Yo puedo curar a tu hijo pero a cambio me tienes que entregar otro de tus descendientes - le dijo el joven.
-No puedo hacer eso es mi único hijo y necesito mi descendencia.
-Si haces trato conmigo te daré la posibilidad de tener muchos hijos.
-Mi esposa pudo tener sólo uno, no puede tener más…
-Pero tendrás otros con otras…
-No quiero tener otras esposas-
-No es necesario que sean esposas…
-¡No!, no quiero saber nada de eso, en este momento sólo quiero salvar a mi hijo.
-Eso te propongo…, salvar a tu hijo.
-¿Y qué se supone que debo hacer para que usted salve a mi hijo…, es doctor, curandero, mago?
-Nada de eso, pero te aseguro que puedo curar a tu hijo.
¿Y qué debo hacer?
-Sólo pídelo y a cambio me debes entregar otro descendiente…, incluso uno que tú jamás llegues a conocer - insistió el joven - puede ser un Nieto,.. Tataranieto,... pero,...que lleve mi nombre…
-¿Pero cómo puede ocurrir eso? usted y yo no estaremos en esta vida - le contestó el Teniente.
-Usted no mi amigo,...pero de mí no esté tan seguro - le dijo el joven.
En un principio el Militar se negó a creer lo que escuchaba y mucho menos aceptar la proposición del extraño personaje pero al fijarse en sus ojos,... empezó a sentir un inmenso miedo.
-No tengáis miedo,... que sólo quiero a uno de tus descendientes – le tranquilizó el extraño.
-¿Cómo puedo hacerlo? - le dijo el Teniente.
-Entregándome el espíritu, cuerpo y alma del que se llame igual que yo.
-¿Pero puedo pedir una condición?
-Depende...
-Que mi hijo se mejore de inmediato y tenga larga vida sin problemas de salud.
-Conforme - dijo el joven calmadamente.
-Y para mi descendiente,… ¿puedo pedir para él también?
-Lo que quieras.
-¿Puede ser un gran Militar? - dijo el hombre.
-Puede serlo, si lo pides.
-¿O un gobernante?
-Lo será si quieres, pero en ese caso también tendrá detractores hasta su muerte – le aseguró el extraño.
-Quiero que llegue a ser un importante General y gran Gobernante, pero que sus enemigos no puedan tocarlo y que viva muchos años, muchos años amparado por la Justicia y las riquezas... y que...
-¡Aceptado! - dijo el joven y desapareció.
El hombre temblando de susto salió disparado fuera del Campo Santo.
Al llegar a su casa se encontró con su hijo talmente recuperado en brazos de su madre.
Los vio tan felices que guardó el secreto de la entrevista con el ser extraño.
Efectivamente el Teniente Coronel llegó a tener más de 20 descendientes con varias mujeres, muchos de ellos fuera de sus dos matrimonios.
A la hora de su muerte le contó al único hijo con su primera mujer, entrecortadamente la historia de la aparición del desconocido y le pidió que jamás le ponga ese nombre a ningún descendiente de su familia.
Por cosas del destino el hijo se olvidó advertirles a sus hijos el relato de su padre considerándolo un delirio a la hora de su muerte, y así, no se traspasó la información a las próximas generaciones.
Uno de los nietos del Teniente Coronel Alejandro bautizó al tercer hijo con el nombre del joven del cementerio.
Debido a que también llevaba por segundo nombre el del abuelo Alejandro, quien había pactado que su descendiente no debía llevar su nombre para ser entregado al joven del cementerio, este no fue militar ni gobernante, sólo un mediocre empleado.
Sin embargo, éste sí bautizó a su primer hijo con el nombre del Joven del Cementerio, que significa Respeto y Veneración, pero también significa Payaso...
El niño creció y se interesó tempranamente por la carrera de las armas.
Después de varios intentos logró ingresar a una Institución militar.
Por cosas inexplicables y llenas de coincidencias llegó a ser el Jefe del Ejército en donde en menos de 20 días ya tenía a todos los uniformados coludidos para tomarse el poder por las fuerzas de las armas.
Una vez eliminado el Presidente de La República, con una astucia un poco extraña se autodenominó el nuevo Gobernante del Estado siendo aceptado por los otros Jefes Militares, que en todo caso, inicialmente tenían más rango que él.
En un principio el Tátara, Tataranieto fue aclamado con una adoración irracional, pero el poder casi sobrenatural que llegó a tener lo convirtió en uno de los más sanguinarios gobernantes de la nación.
Muchas veces trataron de asesinarlo pero algo lo salvaba inexplicablemente.
Varios años después dejó el poder pero las leyes lo amparaban manteniendo una inmunidad protestada por más de la mitad de los habitantes.
Sus detractores trataban de acusarlo en todos los campos que podían, pero nada prosperaba.
Por caprichos del destino viajó cerca del país de sus descendientes y fue la única vez que estuvo en peligro y a punto de ser castigado, sin embargo nuevamente se salvó de la persecución, incluso esta situación les dio más fuerzas para burlarse de sus detractores.
Sus enemigos pensaron que no era posible que la suerte y el destino lo favoreciera tanto.
-“Debe estar protegido por algún ser superior...” – comentaban algunos, otros decían: debe tener pacto con el Malo, como cresta no lo pueden condenar.
Aún después de muerto no acalló el odio y dolor causado por él,... ¿o el Joven del pacto con Alejandro?
Nunca se sabrá, porque con su muerte se perdería el secreto generacional de su vida marcada por los crímenes y abusos de poder.

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