jueves, 7 de julio de 2011

CUENTOS CORTOS PARA DISENTIR 2.

CUENTOS PARA DISENTIR DE HERALDO ARACEL
El sombreo de Chanel

Una niña regresaba desde la escuela a su casa, lejos de la ciudad, por el camino de siempre pero ese día a la salida del pueblo había una gran pelea de perros que la obligaron a dar una enorme vuelta para reencontrar el camino a casa.
Empezó a llover y se hizo de noche más rápido que de costumbre debido a la entrada del invierno.
La niña corría y corría cada vez más a prisa, ufanía vertiginosa cayó a un lodazal quedando tan embarrada que hubo de sacarse el vestido para lavarlo en un arroyo cercano.
Estaba en esa faena vio un hermoso sombrero que era arrastrado por la corriente. Al sacarlo del agua notó que no estaba mojado, aunque era de una hermosa textura aterciopelada.
Se puso el sombrero y de inmediato sintió que una agradable brisa tibia la recorría de la cabeza a los pies. Se lo quitó asustada y su temor aumentó cuando tocó sus prendas totalmente secas y como si estuvieran recién compradas. Tiró el sombrero lejos, pero al ver que relucía con luz propia se fue acercando poco a poco, hasta que lo tomó y el sombrero dejó de relumbrar.
Leyó en su interior C.O.C.O.
Corrió a su casa con el sombrero entre sus ropas, afortunadamente no estaba su padre y pudo esconderlo junto a las prendas nuevas en que se habían transformados sus modestas vestimentas.
Recordó que su madre, ya muerta, siempre era ofendida o maltratada por su padre cuando llegaba ebrio a su casa. Su madre al otro día le recriminaba su proceder y le reclamaba su falta de atención y cariño hacia su hija, pero nada hacía cambiar a su padre y continuaba con sus reiteradas rabietas.
Además, ¿y si llegaba ebrio y creía que se había robado el sombrero y las ropas nuevas castigándola severamente?
Nunca le contó el hallazgo del sombrero, guardándolo por años.
Con un entusiasmo increíble se propuso salir de su pobreza a toda costa. Pronto se dio cuenta que tenía mucha habilidad para aprender el oficio de costurera. Reparaba y hacía algunos trajes para las señoras más vanidosas del pueblillo ganándose el reconocimiento entre sus clientas.
Su padre murió un invierno frío y lluvioso que no le perdonó la imprudencia de quedarse dormido a la intemperie casi desnudo, por la inconsciencia de su ebriedad.
Muerto su padre y ya siendo una señorita de una figura admirables, tomó la decisión de irse a vivir a la capital de la moda donde comenzó instalando una pequeña casa de cofias y tocados relacionados con la línea del sombrero encontrado años antes.
Un día trataba de diseñar un vestido para concurrir a una fiesta a la que había sido invitada pero le cargaban los corsés, vestidos arrepollados y enorme sombreros emplumados, tomó un antiguo vestido de su madre, el sombrero aterciopelado que guardaba desde niña y con grandes esfuerzos se vistió con ellos. Repentinamente sintió el mismo agradable calor que le recorría de la cabeza a los pies.
Al verse en el espejo comprobó que la prenda se había transformado en un ajustado y elegante vestido de rutilantes tonos azulinos que le hacían resaltar los contornos de su hermosa anatomía.
Apareció en el salón y fue la admiración de los varones acostumbrados a ver ruedos y más ruedos de géneros alrededor de las siempre gordinflonas señoras.
Desde ese momento empezó a ser visitada por las más elegantes damas.
Ella misma servía de modelo al presentarle los diseños que durante la noche bosquejaba y posteriormente se colocaba el sombrero y de inmediato tenía la más increíble transformación.
Pronto fue visitada por grandes estrellas del cine y hombres muy importantes que le ofrecían su nombre, pero ella se mantuvo soltera y dedicada exclusivamente a diseñar trajes y mezclar los mejores olores de la naturaleza convirtiéndolos en los más solicitados perfumes.
Después de la segunda Guerra mundial fue acusada de traición, sus pertenencias destruidas y robado el fantástico sombrero. Años más tarde volvió a diseñar, pero ya no tenía la inspiración de antes; otros ya se habían adelantado en imponer otras modas, sin embargo el mundo la seguía respetando y declarándola una revolucionaria de la moda sencilla, cómoda y liberal, aún después de años de haber dejado este extraño mundo.



La estrella fugaz


Después de la guerra del Pacífico se presentó la necesidad de poblar con chilenos los pequeños pueblos y caletas nortinas. Unos para usufructuar del trabajo de las guaneras y otros para rasgar la tierra en busca del caliche y otros minerales en menor cantidad. Muchos se ilusionaban con riquezas que jamás les llegaron porque iban a parar a manos de las poderosas Compañía mineras extranjeras que aportaban los primeros dólares para comenzar la explotación. Al poco tiempo los multiplicaban por miles debido a los miserables pagos a sus trabajadores. Estos pampinos luego de un par de meses se daban cuenta del engaño al que habían sido sometidos, pasando de pobres obreros a despreciados indigentes, trabajando por la comida y un albergue miserable en medio de la chusca y el abandono. Doblegados por los abusos de los Capataces. Estos individuos eran una especie de patrones, jueces y policías dentro de las Oficinas Salitreras. Estaban tan alejados de la Capital que era imposible volver, primero por el costo de los pasajes y porque normalmente los medios de transporte también eran de sus patrones o tenían alguna relación con los dueños de las Compañías. En esas condiciones seguían por años desangrándose en la miseria sin poder relatar la falsedad de los ilusorios beneficios que pregonaban los reclutadores de mano de obra para “enganchar”, a veces a familias enteras en la aventura de hacerse millonario con la extracción del “oro blanco”.
Por las pequeñas aldeas polvorientas al Norte de Santiago, continuamente pasaban caminantes o comerciantes que se robaban a niños pequeños para criarlos como ayudantes de dudosas profesiones o eran vendidos a los dueños de las calicheras del Norte Grande. Los Capataces pagaban muy buen precio por ellos, sabiendo que a futuro tendrían un aliado incondicional, un trabajador apegado a su voluntad, muchas veces aceptando su esclavitud como una forma de eterna gratitud a su benefactor.
Falto de toda noción de las escasas garantías laborales que reinaban en las salitreras pampinas, pasaba a ser el guardián más leal de su patrón, el que velaría por su seguridad contándole todos los asomos de insurgencia entre los descontentos obreros.
Sin documentos ni persona alguna que velara por sus derechos, estos embrutecidos calicheros se rendían a su protector como si fuera el amo del mundo.
Al atardecer de un día de verano, uno de estos cachivacheros, al pasar por un pequeño poblado vio la riña de unos muchachos en un sitio a un costado del poblado. Al instante se percató que uno de ellos tenía mucho ímpetu para defenderse. El hombre iba montado en un brioso corcel negro, tirando con una soga a otro animal alazán cargado con algunos cachivaches. Se acercó al grupo y estos se disolvieron quedando el niño más alto solo sentado sobre una roca.
-¿Por qué pelean? – le dijo el hombre.
-No sé- dijo el niño.
-¿Cuántos años tienes?
-Como diez.
-¿Y eres tan alto para tu edad, no me estás mintiendo?
-Mi papá es muy grande.
-¿Te quieres ganar unas monedas de plata? – le dijo el hombre.
-Sí.
-Necesito saber donde puedo comer y dormir.
-Yo sé.
-Llévame y te pago.
- Ya…
Para que tome confianza le pasó dos monedas de peso que brillaban como el oro bajo las primeras estrellas.
El niño las tomó y las llevó apretadas a su mano izquierda.
-¿Quieres subir a caballo para que no te canses?– le dijo el hombre
-Bueno - dijo en niño.
El hombre acercó el alazán a unas rocas para que el niño pudiera montar el animal entre alforjas y frascos de diferentes olores y tamaños.
-Afírmate bien - le dijo - que este caballo es medio chúcaro cuando monta algún niño.
Un par de metros más adelante el hombre emitió un silbido generando en el alazán un par de brincos.
El niño casi sale disparado por los aires, pero el hombre se acerca, lo toma de la pretina del pantalón y lo pasa de un tirón a la parte delantera de su montura iniciando una loca carrera hacia las afueras del pueblo con el muchacho atravesado como un costal en el cuello del corcel negro, mientras el alazán libre del muchacho corría delante de ellos como si fuera indicándoles el camino a seguir. Ya muy retirado en medio de la soledad el niño le pedía que por favor lo regresara a su casa, pero en vez de acceder, le propinó una tunda con la fusta con que golpeaba los caballos para sacarle más rapidez.
El niño asustado y temeroso de otro castigo terminó por continuar el viaje llorando calladamente todo el camino montado, ahora, en el alazán cargado de bártulos.
A los dos días de cabalgata se encontraron en un desierto interminable pero el hombre seguía viajando, sólo deteniéndose para comer algo y beber un poco de agua. En la noche lo amarraba junto al caballo que al menor movimiento del niño relinchaba despertando al hombre. Este, comprobaba las ataduras y si habían indicios que hubo intención de soltarse, le propinaba un par de correazos, reapretando los nudos aún más fuertes.

En la tercera noche el hombre se apeó del caballo para revisar el lugar en donde pasarían la noche. Confiado que el muchacho no sabía en donde se encontraba y le sería imposible escapar, el hombre empezó a preparar una especie de nido para pernoctar. Estaba en esos menesteres cuando una estrella fugaz pasa iluminando el cielo y parece caer muy cerca de ellos. Los caballos se encabritan y salen espantados cada uno
hacia diferentes horizontes. Mientras el Alazán iba dejando una estela de polvo y trastos con el niño pegado como lapa en su montura, el corcel negro se perdía hacia la derecha en un espejismo lunar eternamente plano y distante.
Varios kilómetros más adelante se detiene el caballo al límite de sus fuerzas y sigue caminando con mucha dificultad.
El niño se amarró como pudo a su montura dejándose llevar con toda calma por el infinito desierto hasta que se quedó dormido de cansancio.
Con las primeras luces despertó el muchacho y buscó algún lugar en donde poder atar al caballo y descansar. A lo lejos vio unos montículos y guió al caballo sin apresurarlo, porque tenía miedo que nuevamente comenzara otra loca carrera.
Al llegar al lugar se percató que varios círculos de piedras blancas iban amontonándose unos sobre los otros, formando un pequeño cerro que a la distancia parecía un solo montículo.
Alrededor de las piedras encontró una planta verdosa con hojas gruesas y espinosas, encerradas en una especie de caverna de piedras de colores. Amarró el corcel sujetando las correas de las bridas bajo una enorme piedra, tomó unas hojas y se las dio de comer al caballo. El animal las mordisqueó y le escurrieron unas gotas por el hocico.
Esperó un momento y también empezó a mordisquearlas encontrándolas dulces y jugosas, aunque un poco ásperas, después buscó una sombra entre los enorme peñascos.
Nuevamente el sueño lo venció y se quedó totalmente dormido despertando con el Sol que se perdía en un horizonte rojo y multicolor.
De pronto una estrella marca su ruta en el firmamento y termina su brillante carrera cerca del lugar en donde estaba el caballo que nuevamente sale disparado por el infinito horizonte ya negro y difuso.
En el lugar donde cayó la supuesta estrella se iluminó como si la cometa se hubiese repartido en muchos pedacitos de luces azulinas apenas perceptible.
Tímidamente el muchacho se acercó y tomó la más brillante. Era una hermosa piedra con forma de huevo de codorniz y con un brillo que se hizo más fuerte al contacto de sus manos. El niño se imaginó que era un hermoso metal y lo empezó a contemplar con mucha alegría.
-Si pudiera enseñar este metal a mi padre seguro que sabía lo que es y me daría un premio por entregárselo.
La piedra tenía colores que iban cambiando continuamente como si en su interior decenas de lamparitas rotaran sus rayos luminosos hacia fuera de ella.
-Que hermosa es la piedra y no puedo mostrarla a mis padres – se lamentó el muchacho.
Quedó admirando el esferoide elevando sus pensamientos en voz alta – Cómo me gustaría estar con ellos en este momento –dijo y desapareció.
Al instante se encontró en medio de la modesta casa de sus padres, iluminada por la piedra.
Sus padres despertaron con la luminosidad que inundaba su habitación contemplando con horror la visión de su hijo sosteniendo una luz que parecía venir de cien candelabros.
Debido a que el niño había desaparecido hacía varios días, creyeron que era su espíritu el que volvía del más allá.
Sólo se calmaron cuando el niño le acercó la piedra a su padre y le explicó en un desordenado relato todo lo que había pasado hasta encontrar la piedra.
Después de mucho analizar la piedra que se mantenía con una luz blanquísima, el padre sospechó que debería ser una piedra mágica que concedía deseos.
-Quiero que tengamos mucha comida y los mejores vinos de la región- murmuró, como haciendo una prueba para verificar sus sospechas, obviamente deseando lo más básicos de sus necesidades.
Al instante la casa se llenó de todo tipo de meriendas. Con esfuerzos pudieron salir de la habitación para darle cabida a los exquisitos manjares, carnes de todo tipo y una hermosa colección de vinos.

Se quedaron mirando asombrados y más de alguno debe haber pensado cómo iban a consumir toda esa cantidad de comida.
Todos tenían diferentes conjeturas y por fin el padre le preguntó al niño si en aquel lugar había más de las mismas piedras.
-Creo que sí dijo el niño, porque estaba todo tan iluminado,...y la estrella se rompió en varios pedazos.
-Ya sé, siempre las cosas mágicas conceden tres deseos y tú ya pediste el primero - le dijo la madre al hijo - y tú pediste el segundo - le dijo al marido - tenemos que pensar en el tercero...
-Dime como es el lugar y lo encontraré - le aseguró el padre al niño.
Pero después de sacar cuentas de distancias y caminos indicados por el niño no recordó ningún lugar que coincidiera con esas características.
-Finalmente la madre le propone - “podrías pedirle a la piedra volver al mismo lugar y traer varias piedras y con ellas viviríamos como reyes”
-¡Buena idea!- dijo el hombre y le pidió a la piedra volverlo al lugar en donde el niño la había encontrado.
Al instante el padre desapareció quedando la madre y el hijo en medio de la oscuridad rodeada de alimentos y la esperanza de volverlo a ver con muchas piedras brillantes para vivir en la opulencia y felicidad.
Pasaron los días y no pudieron consumir todos los alimentos antes que se descompusieran por completo, quedaron nuevamente en la más completa soledad y pobreza sin que apareciera el esposo y padre para llenarlos de riquezas.

Muchos años más tarde, dicen los viajeros, que se encuentra camino a Baquedano un anciano demente que toma las piedras en forma de huevo, las examina y después las eleva hacia las primeras estrellas de la noche como haciendo un rito eterno y reiterativo. Las vuelve a revisar con tristeza y las deja en su lugar siguiendo un camino interminable hacia las sombras de las noches nortinas en medio de un eterno desierto.

CUENTOS CORTOS PARA DISENTIR.

ORIGINALES DE HERALDO ARACEL
LA CRUZ

En medio de la noche comenzó un estruendo creciente y un agitar de enseres que terminó por derrumbar los muros y techumbre de la casona de campo.
El niño que dormía plácidamente en un prolijo cuarto despertó aterrado por el movimiento infernal de la tierra y los quejidos de los muros que se desplomaban a su alrededor.
Sintió que su cama se elevó por los aires y terminó con su delicado cuerpo en el suelo helado y lleno de escombros.
Trató de buscar la salida pero desorientado en medio de la oscuridad no sabía por donde escapar.
A gatas trataba de avanzar hacia alguna salida que no lograba encontrar. En su doloroso recorrido tocó algo que dio un chispazo, volvió a buscar afanadamente el objeto pensando que sería una vela que se había volcado y otro destello al roce de sus manos dejó más nítido el reflejo de una cruz blanca. La tomó con sus pequeñas manos la acercó a su pecho y empezó una de sus oraciones favoritas que tenía para dormir.
Al instante la cruz empezó a iluminar el desolado lugar permitiéndole llegar hasta el cuarto donde estaban sus padres atrapados por el derrumbado techo cargado de nieve, palos, piedras y barro.
Como pudo llegó hasta ellos y con la luz de la cruz lograron salir de las ruinas de la casa.
Al ver la gente del pueblo aquella enorme casa totalmente destruida y sus moradores sin un rasguño, empezaron a preguntarse ¿cómo era posible que hubieran salido vivos de aquel descalabro?
Finalmente el niño relató la extraña luminosidad de la cruz, propagándose una ola de fervor religioso que llevó al creyente pueblo a reconstruir la casona y levantar un altar en el sitio donde se había encontrado la cruz.
El niño creció en un ambiente cristiano y devoto siguiendo el oficio de Sastre como su padre.
Cuando se fueron a vivir a un pueblito cerca de la frontera con Alemania se llevó como único recuerdo la cruz, manteniéndola en un pequeño altar dentro del hogar sin revelar el secreto de su maravillosa historia.
Uno de sus hijos prefirió el oficio de Militar. Al casarse tuvo dos hijos.
El día que nació el segundo hijo la cruz iluminó toda la noche el cuarto del recién nacido, quedando después convertida en un trozo de madera reseca y negruzca.
Cuando murió la esposa del militar, este se retiró dedicándose a estudiar la historia de la Iglesia Polaca.
El hijo mayor tenía el oficio de Doctor, muriendo tempranamente por contagio de una mortal enfermedad.
Con la pena de las dos irreparables pérdidas el hombre guió a su único hijo por el camino del sacerdocio.
Muchos años más tarde el hijo del militar fue elegido Sumo Pontífice.
Al anunciarse con humo blanco la noticia, la cruz iluminó el cuarto del Santo Padre por tres días quedando finalmente un residuo dorado que fue guardado en un altar secreto del Vaticano.
En la primera reunión de los Cardenales el hijo del Militar les dijo - “en el siglo que viene partiré después de un Viernes Santo, sepultadme en mi pueblo natal y esparcir estas cenizas en las montañas de Polonia “.
Sin embargo a la hora de su muerte los Cardenales lo sepultaron en la cripta que guardaba el residuo dorado de la cruz, guardando celosamente el secreto y comenzando de inmediato su canonización por considerar que era el Santo Padre más cercano a Dios desde hacía muchos siglos.


Respeto y Veneración

El Teniente Alejandro era un joven ambicioso y tozudo. Tuvo siempre a toda su familia subyugada a su patriarcal poder debido a sus años sirviendo en las milicias de un país al Sur de América.
Siendo déspota y severo se había ganado el odio de muchos subalternos que esperaban la mejor oportunidad para borrar de un solo sablazo la burlona y desagradable sonrisa de su rostro.
Era incrédulo pero debido a las obligaciones protocolares que debía cumplir, parecía un devoto y cristiano militar.
Sus más cercanos sabían que era cruel y no le temblaría la mano para eliminar hasta su mejor amigo por conquistar poder y riquezas.
Muchos pensaban que sería capaz de entregarle su alma al mismísimo Satanás con tal de conseguir sus propósitos.
Con muchos problemas logró ascender al grado de Teniente Coronel del Ejército Real.

Cuando aún era Teniente enfermó gravemente su hijo Manuel y no había doctor que pudiera dar con la cura del enfermo.
El hombre recorrió otras fronteras tratando de salvar a su niño pero todo era imposible.
Recurrió a Sacerdotes, Médium, pero nadie le daba esperanzas, sólo consuelo en el Señor y mucha fe.
El hombre fue aconsejado para buscar en brujos y curanderos mapuches la posibilidad de sanar a su adorado hijo pero tampoco recibió la esperanzadora cura.
Desconsolado y loco de desesperación se fue a la cripta de sus antepasados a rezar por la salud de su pequeño hijo.
No aceptaba que el único vástago suyo, el varón que seguiría con su apellido, el hombre que seguiría la tradición por las armas, pudiera terminar su vida a tan corta edad.
En la tumba de sus padres doblegó su orgullo y lloró y lloró amargamente.
Pasaban las horas y no tenía el ánimo de levantarse para volver a casa.
Cerca de la media noche se le acercó un joven de muy buena presencia y le dijo que él sabía como curar la enfermedad de su hijo.
El hombre estaba tan acongojado que no lo escuchaba, pero la insistencia del joven lo hizo volver a su realidad y tratar de entender la propuesta del desconocido.
-Yo puedo curar a tu hijo pero a cambio me tienes que entregar otro de tus descendientes - le dijo el joven.
-No puedo hacer eso es mi único hijo y necesito mi descendencia.
-Si haces trato conmigo te daré la posibilidad de tener muchos hijos.
-Mi esposa pudo tener sólo uno, no puede tener más…
-Pero tendrás otros con otras…
-No quiero tener otras esposas-
-No es necesario que sean esposas…
-¡No!, no quiero saber nada de eso, en este momento sólo quiero salvar a mi hijo.
-Eso te propongo…, salvar a tu hijo.
-¿Y qué se supone que debo hacer para que usted salve a mi hijo…, es doctor, curandero, mago?
-Nada de eso, pero te aseguro que puedo curar a tu hijo.
¿Y qué debo hacer?
-Sólo pídelo y a cambio me debes entregar otro descendiente…, incluso uno que tú jamás llegues a conocer - insistió el joven - puede ser un Nieto,.. Tataranieto,... pero,...que lleve mi nombre…
-¿Pero cómo puede ocurrir eso? usted y yo no estaremos en esta vida - le contestó el Teniente.
-Usted no mi amigo,...pero de mí no esté tan seguro - le dijo el joven.
En un principio el Militar se negó a creer lo que escuchaba y mucho menos aceptar la proposición del extraño personaje pero al fijarse en sus ojos,... empezó a sentir un inmenso miedo.
-No tengáis miedo,... que sólo quiero a uno de tus descendientes – le tranquilizó el extraño.
-¿Cómo puedo hacerlo? - le dijo el Teniente.
-Entregándome el espíritu, cuerpo y alma del que se llame igual que yo.
-¿Pero puedo pedir una condición?
-Depende...
-Que mi hijo se mejore de inmediato y tenga larga vida sin problemas de salud.
-Conforme - dijo el joven calmadamente.
-Y para mi descendiente,… ¿puedo pedir para él también?
-Lo que quieras.
-¿Puede ser un gran Militar? - dijo el hombre.
-Puede serlo, si lo pides.
-¿O un gobernante?
-Lo será si quieres, pero en ese caso también tendrá detractores hasta su muerte – le aseguró el extraño.
-Quiero que llegue a ser un importante General y gran Gobernante, pero que sus enemigos no puedan tocarlo y que viva muchos años, muchos años amparado por la Justicia y las riquezas... y que...
-¡Aceptado! - dijo el joven y desapareció.
El hombre temblando de susto salió disparado fuera del Campo Santo.
Al llegar a su casa se encontró con su hijo talmente recuperado en brazos de su madre.
Los vio tan felices que guardó el secreto de la entrevista con el ser extraño.
Efectivamente el Teniente Coronel llegó a tener más de 20 descendientes con varias mujeres, muchos de ellos fuera de sus dos matrimonios.
A la hora de su muerte le contó al único hijo con su primera mujer, entrecortadamente la historia de la aparición del desconocido y le pidió que jamás le ponga ese nombre a ningún descendiente de su familia.
Por cosas del destino el hijo se olvidó advertirles a sus hijos el relato de su padre considerándolo un delirio a la hora de su muerte, y así, no se traspasó la información a las próximas generaciones.
Uno de los nietos del Teniente Coronel Alejandro bautizó al tercer hijo con el nombre del joven del cementerio.
Debido a que también llevaba por segundo nombre el del abuelo Alejandro, quien había pactado que su descendiente no debía llevar su nombre para ser entregado al joven del cementerio, este no fue militar ni gobernante, sólo un mediocre empleado.
Sin embargo, éste sí bautizó a su primer hijo con el nombre del Joven del Cementerio, que significa Respeto y Veneración, pero también significa Payaso...
El niño creció y se interesó tempranamente por la carrera de las armas.
Después de varios intentos logró ingresar a una Institución militar.
Por cosas inexplicables y llenas de coincidencias llegó a ser el Jefe del Ejército en donde en menos de 20 días ya tenía a todos los uniformados coludidos para tomarse el poder por las fuerzas de las armas.
Una vez eliminado el Presidente de La República, con una astucia un poco extraña se autodenominó el nuevo Gobernante del Estado siendo aceptado por los otros Jefes Militares, que en todo caso, inicialmente tenían más rango que él.
En un principio el Tátara, Tataranieto fue aclamado con una adoración irracional, pero el poder casi sobrenatural que llegó a tener lo convirtió en uno de los más sanguinarios gobernantes de la nación.
Muchas veces trataron de asesinarlo pero algo lo salvaba inexplicablemente.
Varios años después dejó el poder pero las leyes lo amparaban manteniendo una inmunidad protestada por más de la mitad de los habitantes.
Sus detractores trataban de acusarlo en todos los campos que podían, pero nada prosperaba.
Por caprichos del destino viajó cerca del país de sus descendientes y fue la única vez que estuvo en peligro y a punto de ser castigado, sin embargo nuevamente se salvó de la persecución, incluso esta situación les dio más fuerzas para burlarse de sus detractores.
Sus enemigos pensaron que no era posible que la suerte y el destino lo favoreciera tanto.
-“Debe estar protegido por algún ser superior...” – comentaban algunos, otros decían: debe tener pacto con el Malo, como cresta no lo pueden condenar.
Aún después de muerto no acalló el odio y dolor causado por él,... ¿o el Joven del pacto con Alejandro?
Nunca se sabrá, porque con su muerte se perdería el secreto generacional de su vida marcada por los crímenes y abusos de poder.

sábado, 14 de mayo de 2011

CUENTOS CORTOS

Cuentos para niños.
Derecho intelectual del autor Heraldo Aracel.

La muñeca vestida de azul

En el Jardín las Tías le habían dicho a la mamá de Siseyj que todos los días debía leerle un cuento antes de dormir, para incentivarle la lectura y la imaginación.
La madre le compró un libro de cuentos y todos los días le leía una parte de ellos, dejándola muy entusiasmada para el otro día.
Pasaron varios meses y cuando se estaban repitiendo los mismos cuentos, la niña le dice a la mamá que ya se sabía de memoria los cuentos, pero quería que le contara otros.
-No sé otros cuentos mi amor- le decía la mamá.
-Pero inventa uno – le insistía la niñita.
-Los cuentos los escriben personas que estudian mucho y su profesión es escribir...- se excusaba la madre.
-Anda mamá, invéntame uno, tú eres la mamá más inteligente del mundo, que te cuesta...
La madre estaba sorprendida por la ocurrencia de la niña, pero no encontraba forma de contarle cuentos que no sean los ya tradicionales, y que su hija conocía muy bien.
-Mañana, te cuento uno – trató de distraerla, pero la niña insistió.
-Ahora mamá,... de cualquier cosa..., de los perros, de las cortinas, de las muñecas...cualquier cosa...
A la preocupada madre, sólo se le venían a la memoria canciones infantiles, pero no podía recordar cuentos diferentes, hasta que se le ocurrió comenzar...
-Bueno, mi amor, te voy a contar un cuento que me contaba mi abuelita...”Había una vez una niña que tenía una muñeca vestida de azul, con zapatos blancos y velo de tul...”
Siseyj empezó a reír...
-Si te ríes no sigo - dijo la mamá.
-Sigue... me gustó, pero es una canción...
-Pero antes fue un cuento muy lindo y después lo hicieron canción... _ dijo la mamá – sigamos...” La niña tenía una muñeca vestida de azul con zapatos blancos y velo de tul, la llevó de paseo a la nieve y se le resfrió”. Muy preocupada la niñita llamó al Doctor... ( Siseyj seguía riendo)
Cuando el doctor llegó a casa le preguntó - ¿Qué pasa, estás enferma?
-No, doctor “Tengo una muñeca vestida de azul, con zapatos blancos y velo de tul, la saqué a paseo y se me resfrió, hoy la tengo en cama con un gran dolor” - le contestó la niña.
El Doctor la examinó y le recetó una taza de limonada bien caliente y reposo por tres días.
Cuando las compañeras de curso supieron que la niña tenía a su muñeca enferma, fueron a visitarla y le cantaron unas rondas muy alegres que les había enseñado la profesora de música.
La niña estaba contentísima porque la muñeca empezó a sentirse bien. Tomó las manos de sus compañeras, hicieron una ronda y empezaron todas a cantar alegremente: “Tengo una muñeca vestida de azul, con zapatos blancos y velo de tul...”
-Me gustó mamá, sigue, sigue...- le insistía Siseyj riendo. Y cantando el estribillo con su madre tomada de la mano, creía ser la protagonista del extraño cuento.
La madre continuó.
-Bueno..., a los tres días el Doctor volvió a examinar a la pequeña muñeca encontrándola totalmente recuperada y cantando con Siseij y sus compañeras de colegio. El doctor quedó sorprendido con la canción tan melodiosa.
Al despedirse les dijo:
-“Tienes una muñeca vestida de azul, con zapatos blancos y velo de tul, la llevasteis de paseo y se resfrió, le distes limonada y se mejoró, hoy no está en cama con un gran dolor...”, pero la mejor medicina, ha sido la visita de las niñas y sus hermosas canciones. ¡Felicitaciones chiquillas! - dijo el Doctor y se fue tarareando la pegajosa canción.
Las amiguitas de la niña prosiguieron su ronda alegremente cantando: “Tengo una muñeca vestida de azul, con zapatos blancos y velo de tul, la llevo de paseo y no le pasa nada, porque canta, juega y toma limonada...”
Y aquí termina el cuento, porque tienes que dormir – dijo la madre.
-¡Vistes mamá que eres inteligente!.. - gritó Siseyj - mañana me cuentas el del Caballito Blanco, ¿ya?..

EL CABALLITO BLANCO


Un señor salió a recorrer el mundo en un burro porque no se cansaba nunca, tenía la fuerza de un toro y la mansedumbre de un conejo regalón.
-Con este animal recorreré el mundo sin problemas – dijo. Y se las encaminó cantando alegremente, “tengo, tengo, tengo, tú no tienes nada...“
A las tres semanas de viaje, el burro ya no podía más con tanta carga y con el desconsiderado hombre que no era capaz de caminar un poco para hacer descansar su noble compañero.
Definitivamente dos días después el burro enfermó y no pudo seguir...
El hombre lo dejó botado y compró un hermoso caballo negro para seguir su viaje; pero antes del mes el esbelto animal terminó peor que el burro.
Nuevamente el hombre compró un fino y brioso corcel blanco. Sin demora empezó a cabalgar ufanamente, cantando, “tengo tres cabritas, en una cabaña...”
Montado en el maravilloso corcel, perdió la noción del tiempo y del lugar. Era tanto su entusiasmo por conocer los diferentes parajes terrestres que empezó a cabalgar día y noche sin descasar. Comía y dormía sobre el lomo del erguido animal que se mantenía como el primer día.
Una noche mientras el hombre dormía plácidamente sobre el lomo del caballo, éste se internó en un desolado paraje. Cuando amaneció el hombre casi se muere de susto al encontrarse en medio de un desierto infinito. Lleno de pánico empezó a buscar el camino de regreso, pero parecía que a cada rato se perdía más. Sin agua y sin alimentos su desesperación se transformó en una irracional ira contra su caballo y comenzó golpearlo salvajemente.
De pronto el corcel, dio un brinco y lo tiró lejos de su lomo y se le acercó con una mirada severa, diciéndole con voz firme:
-¡Tú eres el responsable por la arrogancia de querer recorrer el mundo utilizando la nobleza de un animal!
El hombre no podía creer lo que escuchaba y trató de arrancar lo más lejos del endemoniado Caballo, pero éste lo paró en seco.
.”¿A dónde vas, bruto?, ¿Cuánto crees que caminarás es este desierto?
El hombre muy desconcertado, pero reconociendo que el caballo tenía razón, ya no le importó que pudiera hablar y se acercó cautelosamente.
-¡Yo soy tu amo y te ordeno que me regreses a mi casa!.. - le dijo en forma altanera.
-¡Tú no eres amo en este desierto! Yo sé donde estamos y sólo yo sé como regresar - le contestó el corcel, y dando media vuelta empezó a caminara hacia el infinito.
-¡Espera!....amigo... - le dijo el hombre - ¿me puedes llevar?
-Camina a mi lado si quieres – le contestó el caballo sin dignarse a mirarlo.
-Estoy agotado y sediento, no puedo caminar- se lamentó el hombre.
-Entonces, pídelo por favor- insistió el corcel.
-Caballito Blanco, llévame de aquí, llévame a mi pueblo, donde yo nací...
-Te faltó “por favor”
-Caballito blanco llévame de aquí, llévame a mi pueblo donde yo nací…por favor…
-¿Y dónde está tu pueblo, si me lo puedes decir?-
-En realidad, no es un pueblo, es una cabaña. Tengo, tengo, tengo tú no tienes nada... tengo tres cabritas en una cabaña.... - alcanzó a decir de hombre cuando el caballo, relinchó con el estruendo de un trueno.
-¡Pero!, ¿es posible que sigas tan altanero? ¡A mí no me interesa lo que tengas! - dijo el caballo.
-Perdón, tengo tres cabritas en una cabaña, una me da leche, otra me da lana, otra mantequilla para la semana... - dijo el hombre casi con un hilo de voz.
-Bastante tienes para dejarlos abandonadas y salir a recorrer el mundo en busca de cosas que tal vez jamás encuentres - le replicó el corcel.
-Tienes razón amigo, quiero volver a mi patria donde yo nací. Te prometo que desde ahora cuidaré mis animales y te cuidaré a ti también - dijo el hombre humildemente.
-Já, já, já, Já; Já... - rió el caballo - Así como eres de irresponsable y maltrata animales creo que no lograrás tener más de tres cabritas.
-¿Si las cuido y las trato bien, crees que pueda tener más de tres..?
-¡Miles!, si te comprometes a cuidarlas y darles un buen trato a todos los animales, no tan sólo a tus cabritas.
-Eso haré mi buen amigo,…eso haré…
-Si no lo haces, en castigo a faltar a tu promesa, volverás a este desierto a deambular por siglos en la más completa soledad.
-¡Lo prometo!..!, ¿cómo te llamas..?
-Mi nombre no importa en este momento. Lo que vale es tu promesa. Yo veré que se cumpla.
-¿Estarás conmigo en la granja?
-Sí y no.
-¿Sí y no?, ¿cómo es eso?
-Estaré pendiente de lo que ocurra en tu granja, pero no necesariamente siempre, ya que tengo otros lugares a los cuales debo proteger.
-Eso quiere decir que te veré otra vez.
-Es posible, pero ahora regresemos, ¡vamos!, sube a mi lomo, que pronto estaremos en tu cabaña.
Los dos nuevos amigos emprendieron el viaje de regreso hacia el oriente cantando, “tengo tres cabritas en una cabaña, una me da leche, otra me da lana, otra mantequilla para la semana...”
Caminaban tan rápido que pronto dejaron atrás el Sol...


Fitufay

Había una vez una niña que vivía rodeada de muchos animales en la granja de sus padres, pero tenía la manía de maltratarlos.
Un día llegó a saltitos desde el enorme jardín de la casa de campo un hermoso conejo blanco y se acercó mansamente a la damita. En un principio la niña, por la novedad, lo trató con mucha delicadeza, porque jamás había visto un animal tan hermoso, pero pronto comenzó a maltratarlo igual que a los otros animales.
Lo tomaba de las patas traseras y hacía que los perros le mordisquearan las orejas. Le colocaba la comida en lo alto, para verlo como trataba de alcanzarla. Lo amarraba en el lomo del perro Sultán, (un enorme pastor ingles.), que trataba afanadamente soltárselo de encima. En fin, siempre se le ocurría alguna travesura nueva para aprovechar la mansedumbre del pequeño conejito blanco.
Un día lo subió a las ramas de un castaño para ver como podía bajarse, pero el pobre conejo al primer movimiento, se fue al suelo, cayendo en una forma tan diferente a los gatos, que resultó ser lo más cómico para la niña que no paraba de reírse. Nuevamente lo subió, pero ahora aún más alto y nuevamente el conejo azotó contra el suelo, quedando su hermoso pelaje confundido entre el polvo y las hojas secas.
La risa de la niña era contagiosa y hasta los perros empezaron a esperar que el animalito cayera para pelotearlo en el aire.
Después de varios porrazos, la niña lo toma nuevamente para trepar al árbol y se le cae por el peso, cayendo ella también al perder el equilibrio. Se levanta muy enojada con el conejo dispuesta a castigarlo, pero queda con su mano levantada y paralizada al ver que el pequeño conejo se había convertido en un enorme león y las fauces abiertas le sobrepasaban su estatura y los blancos colmillos parecían espadas reluciendo al sol.
-¡Basta de maltratar a los animales! - rugió el conejo león - ellos te acompañan y te cuidan, no debes tratarlos de esa manera.
La niña mantenía la boca abierta, sin poder hablar.
-No quiero volver a saber que maltratas tus mascotas - continuó el conejo león – porque volveré y serás un pequeño bocado en mi estómago.
Y la niña movía la cabeza hacia un lado y otro, tan confundida que no coordinaba lo que tenía que afirmar o negar.
Estaba tan asustada que ni siquiera podía llorar, sólo atinaba a mover la cabeza hacia todos lados, manteniendo la boca abierta y los ojos fijos en las enormes fauces del conejo león.
-¡No te olvides nunca de Fitufay – dijo finalmente el conejo león.
En un segundo recobró su figura normal y salió a saltitos por el bellísimo jardín, de la misma forma que había llegado un mes atrás.

Cuando por fin pudo volver a la realidad, notó que le dolían las mandíbulas de tanto tener abierta la boca y nunca más se olvidó del extraordinario cambio del pequeño conejo

Desde ese día cuidó con mucho cariño a todas las mascotas de la granja, llegando a ser la más célebre defensora de los animales y creadora de la organización más grande de protección a los animales en el mundo.


Los calcetines y el perro
Un día de invierno, un niño caminaba triste y entumido de frío por un lugar lleno de escombros. A lo lejos vio un perro que mordisqueaba algo de no podía distinguir.
El chiquillo se acercó, y se dio cuenta que el animal jugueteaba con unos calcetines que parecían nuevos. El niño le habló al animal que se dejó acariciar, soltando los calcetines. El muchachito muy entusiasmado tomó los calcetines y notó que le producían un extraño calor. Los acercó a su cuerpo y se sorprendió al sentirlos tan calientitos y suaves.
Se los llevó junto al hermoso perro, que lo siguió incondicionalmente meneando la cola de alegría por las caricias que le brindaba el niño.
En su casa los lavó con delicadeza. Cuando estuvieron secos, se los puso y sintió que un calor agradable le acariciaba los pies, cerró los ojos y dejó subir una tibia sensación de calor y felicidad.
Le pareció oír una delicada voz que le susurraba:
Si nos mantienes lejos del perro, cuidaremos tus pies y nunca tendrás frío.
El muchachito se asustó en un principio, pero después pensó que serían calcetines mágicos de algún genio poderoso.
Pasó el tiempo y los calcetines se mantenían nuevos.
En la noche se acostaba temprano para tener secretas y entretenidas conversaciones con los calcetines y el perro.
Les comentaba lo emocionante que era estar en el colegio aprendiendo muchas cosas nuevas.
Como ellos le hacían preguntas, el niño empezó a poner mucha atención para explicarle las maravillas que le enseñaban los profesores, porque ellos no podían escucharlas; uno porque estaba dentro de los zapatos y el otro porque tenía que cuidar la casa mientras su amo estudiaba.
Así, con tanto empeño que el niño colocaba en clases, llegó a ser el más habiloso del curso, el más alegre...el más feliz...

Dejadlos ser inocentes.

Desde muy pequeña, la niña jamás se durmió, mientras no rezaba las oraciones enseñadas por una abuela muy cristiana.
No importaba a la hora que se acostara, siempre repetía sus rezos y terminaba con “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Amén. Que me cuide mucho a mi papá, a mi mamá y a todos.
Y que sueñe bonito. Hasta mañana papá, hasta mañana mamá.”
Cuando entró al Colegio le sumó el Padre Nuestro, que se lo enseñó la Profesora de Religión.
Siempre estaba pendiente de no realizar nada que pueda ofender a Cristo y al Dios Padre.
La madre, la llevaba todos los días de la mano al colegio, el cual quedaba muy cerca de la casa.
Una mañana, exactamente la primera semana de clases del tercero básico, no dejó que la madre la tomara por la mano derecha.
-Pásate para el otro lado mamá – le dijo.
-¿Por qué? - le consultó la madre.
-Porque hoy me levanté con Jesús y él me lleva tomada de la otra mano... – fue la respuesta.

jueves, 31 de marzo de 2011

EL CHANCHO QUE DA MANTECA

El chancho que da manteca

Un chancho de fantasía
que boyaba de tocinos,
cuando manteca tenía
le sobraban los amigos.
La familia le bullía
y parientes por montones;
cuñados primos, mil tías
y sobrinos regalones.
Llegaban grandes amigos
que le sobaban el lomo,
poniendo a Dios por testigo
-“por ti bebo, por ti como”-
El chancho que da manteca
vive tiempos de bonanzas,
bailan con el hasta cueca
si es que les llena la panza.
El chanco que da manteca,
tiene a todos en su falda;
pero si un día se enflaca,
muchos le vuelven la espalda.
Amparando a tanta gente,
hizo varios enemigos,
y los buenos, de repente,
fueron su peor testigo.
Hoy día le pasó a él,
mañana te toca a ti.
No existe el amigo fiel,
cuando acaba el chacolí.
Aquellos que están comiendo
contigo en el mismo plato,
de a poco se irán corriendo,
echando mil garabatos.
Así sabrás a su hora
lo que sintió el otro gaucho,
cuando te encuentres a solas,
sin plata, chicha ni chancho.

miércoles, 30 de marzo de 2011

EL REGRESO DE LOS INCAS

EL REGRESO DE LOS INCAS

Como hombre y dios divino
sometió el inca cuzqueño,
largos siglos de dominio
al fin del mundo sureño.
Cruzó por el gran desierto,
por las playas y quebradas;
por cumbres de nieve y viento,
sin cruces, santos ni espadas.
Sobre tierras vegetales
impuso la corona inca
entre rutas minerales
mucho, mucho antes que el huinca.
Manco Capac, quedó atrás
recordando el Huatanay,
sabiendo que ya jamás
volvería a ser igual
a cuando subió su pueblo
al cerro Huanacaurí,
a domar su arisco suelo
y fundar el Cuzco allí.
Varios siglos posteriores,
por rutas ya recorridas
por antiguos señoriales,
llegaron con fe curtida
en modernas catedrales,
a plazas o conventillos
hirsutos de cocinerías
insalubres y hartas de pillos,
a vender sus fruslerías.
Viajaban como limeños
buscando un pobre sustento,
lejos del dios cuzqueño
y su dominio portento.
No traían minerales
los hijos de Pachamama,
ni coronas siderales,
ni reyes de larga fama.
Sólo miserias dejadas
por virreyes castellanos;
sólo mujeres vejadas
por ilustres y villanos.
Otros traían sus manos
colmadas de orgullo incaico,
y al revés de sus hermanos,
fueron hombres de trabajo.