sábado, 14 de mayo de 2011

CUENTOS CORTOS

Cuentos para niños.
Derecho intelectual del autor Heraldo Aracel.

La muñeca vestida de azul

En el Jardín las Tías le habían dicho a la mamá de Siseyj que todos los días debía leerle un cuento antes de dormir, para incentivarle la lectura y la imaginación.
La madre le compró un libro de cuentos y todos los días le leía una parte de ellos, dejándola muy entusiasmada para el otro día.
Pasaron varios meses y cuando se estaban repitiendo los mismos cuentos, la niña le dice a la mamá que ya se sabía de memoria los cuentos, pero quería que le contara otros.
-No sé otros cuentos mi amor- le decía la mamá.
-Pero inventa uno – le insistía la niñita.
-Los cuentos los escriben personas que estudian mucho y su profesión es escribir...- se excusaba la madre.
-Anda mamá, invéntame uno, tú eres la mamá más inteligente del mundo, que te cuesta...
La madre estaba sorprendida por la ocurrencia de la niña, pero no encontraba forma de contarle cuentos que no sean los ya tradicionales, y que su hija conocía muy bien.
-Mañana, te cuento uno – trató de distraerla, pero la niña insistió.
-Ahora mamá,... de cualquier cosa..., de los perros, de las cortinas, de las muñecas...cualquier cosa...
A la preocupada madre, sólo se le venían a la memoria canciones infantiles, pero no podía recordar cuentos diferentes, hasta que se le ocurrió comenzar...
-Bueno, mi amor, te voy a contar un cuento que me contaba mi abuelita...”Había una vez una niña que tenía una muñeca vestida de azul, con zapatos blancos y velo de tul...”
Siseyj empezó a reír...
-Si te ríes no sigo - dijo la mamá.
-Sigue... me gustó, pero es una canción...
-Pero antes fue un cuento muy lindo y después lo hicieron canción... _ dijo la mamá – sigamos...” La niña tenía una muñeca vestida de azul con zapatos blancos y velo de tul, la llevó de paseo a la nieve y se le resfrió”. Muy preocupada la niñita llamó al Doctor... ( Siseyj seguía riendo)
Cuando el doctor llegó a casa le preguntó - ¿Qué pasa, estás enferma?
-No, doctor “Tengo una muñeca vestida de azul, con zapatos blancos y velo de tul, la saqué a paseo y se me resfrió, hoy la tengo en cama con un gran dolor” - le contestó la niña.
El Doctor la examinó y le recetó una taza de limonada bien caliente y reposo por tres días.
Cuando las compañeras de curso supieron que la niña tenía a su muñeca enferma, fueron a visitarla y le cantaron unas rondas muy alegres que les había enseñado la profesora de música.
La niña estaba contentísima porque la muñeca empezó a sentirse bien. Tomó las manos de sus compañeras, hicieron una ronda y empezaron todas a cantar alegremente: “Tengo una muñeca vestida de azul, con zapatos blancos y velo de tul...”
-Me gustó mamá, sigue, sigue...- le insistía Siseyj riendo. Y cantando el estribillo con su madre tomada de la mano, creía ser la protagonista del extraño cuento.
La madre continuó.
-Bueno..., a los tres días el Doctor volvió a examinar a la pequeña muñeca encontrándola totalmente recuperada y cantando con Siseij y sus compañeras de colegio. El doctor quedó sorprendido con la canción tan melodiosa.
Al despedirse les dijo:
-“Tienes una muñeca vestida de azul, con zapatos blancos y velo de tul, la llevasteis de paseo y se resfrió, le distes limonada y se mejoró, hoy no está en cama con un gran dolor...”, pero la mejor medicina, ha sido la visita de las niñas y sus hermosas canciones. ¡Felicitaciones chiquillas! - dijo el Doctor y se fue tarareando la pegajosa canción.
Las amiguitas de la niña prosiguieron su ronda alegremente cantando: “Tengo una muñeca vestida de azul, con zapatos blancos y velo de tul, la llevo de paseo y no le pasa nada, porque canta, juega y toma limonada...”
Y aquí termina el cuento, porque tienes que dormir – dijo la madre.
-¡Vistes mamá que eres inteligente!.. - gritó Siseyj - mañana me cuentas el del Caballito Blanco, ¿ya?..

EL CABALLITO BLANCO


Un señor salió a recorrer el mundo en un burro porque no se cansaba nunca, tenía la fuerza de un toro y la mansedumbre de un conejo regalón.
-Con este animal recorreré el mundo sin problemas – dijo. Y se las encaminó cantando alegremente, “tengo, tengo, tengo, tú no tienes nada...“
A las tres semanas de viaje, el burro ya no podía más con tanta carga y con el desconsiderado hombre que no era capaz de caminar un poco para hacer descansar su noble compañero.
Definitivamente dos días después el burro enfermó y no pudo seguir...
El hombre lo dejó botado y compró un hermoso caballo negro para seguir su viaje; pero antes del mes el esbelto animal terminó peor que el burro.
Nuevamente el hombre compró un fino y brioso corcel blanco. Sin demora empezó a cabalgar ufanamente, cantando, “tengo tres cabritas, en una cabaña...”
Montado en el maravilloso corcel, perdió la noción del tiempo y del lugar. Era tanto su entusiasmo por conocer los diferentes parajes terrestres que empezó a cabalgar día y noche sin descasar. Comía y dormía sobre el lomo del erguido animal que se mantenía como el primer día.
Una noche mientras el hombre dormía plácidamente sobre el lomo del caballo, éste se internó en un desolado paraje. Cuando amaneció el hombre casi se muere de susto al encontrarse en medio de un desierto infinito. Lleno de pánico empezó a buscar el camino de regreso, pero parecía que a cada rato se perdía más. Sin agua y sin alimentos su desesperación se transformó en una irracional ira contra su caballo y comenzó golpearlo salvajemente.
De pronto el corcel, dio un brinco y lo tiró lejos de su lomo y se le acercó con una mirada severa, diciéndole con voz firme:
-¡Tú eres el responsable por la arrogancia de querer recorrer el mundo utilizando la nobleza de un animal!
El hombre no podía creer lo que escuchaba y trató de arrancar lo más lejos del endemoniado Caballo, pero éste lo paró en seco.
.”¿A dónde vas, bruto?, ¿Cuánto crees que caminarás es este desierto?
El hombre muy desconcertado, pero reconociendo que el caballo tenía razón, ya no le importó que pudiera hablar y se acercó cautelosamente.
-¡Yo soy tu amo y te ordeno que me regreses a mi casa!.. - le dijo en forma altanera.
-¡Tú no eres amo en este desierto! Yo sé donde estamos y sólo yo sé como regresar - le contestó el corcel, y dando media vuelta empezó a caminara hacia el infinito.
-¡Espera!....amigo... - le dijo el hombre - ¿me puedes llevar?
-Camina a mi lado si quieres – le contestó el caballo sin dignarse a mirarlo.
-Estoy agotado y sediento, no puedo caminar- se lamentó el hombre.
-Entonces, pídelo por favor- insistió el corcel.
-Caballito Blanco, llévame de aquí, llévame a mi pueblo, donde yo nací...
-Te faltó “por favor”
-Caballito blanco llévame de aquí, llévame a mi pueblo donde yo nací…por favor…
-¿Y dónde está tu pueblo, si me lo puedes decir?-
-En realidad, no es un pueblo, es una cabaña. Tengo, tengo, tengo tú no tienes nada... tengo tres cabritas en una cabaña.... - alcanzó a decir de hombre cuando el caballo, relinchó con el estruendo de un trueno.
-¡Pero!, ¿es posible que sigas tan altanero? ¡A mí no me interesa lo que tengas! - dijo el caballo.
-Perdón, tengo tres cabritas en una cabaña, una me da leche, otra me da lana, otra mantequilla para la semana... - dijo el hombre casi con un hilo de voz.
-Bastante tienes para dejarlos abandonadas y salir a recorrer el mundo en busca de cosas que tal vez jamás encuentres - le replicó el corcel.
-Tienes razón amigo, quiero volver a mi patria donde yo nací. Te prometo que desde ahora cuidaré mis animales y te cuidaré a ti también - dijo el hombre humildemente.
-Já, já, já, Já; Já... - rió el caballo - Así como eres de irresponsable y maltrata animales creo que no lograrás tener más de tres cabritas.
-¿Si las cuido y las trato bien, crees que pueda tener más de tres..?
-¡Miles!, si te comprometes a cuidarlas y darles un buen trato a todos los animales, no tan sólo a tus cabritas.
-Eso haré mi buen amigo,…eso haré…
-Si no lo haces, en castigo a faltar a tu promesa, volverás a este desierto a deambular por siglos en la más completa soledad.
-¡Lo prometo!..!, ¿cómo te llamas..?
-Mi nombre no importa en este momento. Lo que vale es tu promesa. Yo veré que se cumpla.
-¿Estarás conmigo en la granja?
-Sí y no.
-¿Sí y no?, ¿cómo es eso?
-Estaré pendiente de lo que ocurra en tu granja, pero no necesariamente siempre, ya que tengo otros lugares a los cuales debo proteger.
-Eso quiere decir que te veré otra vez.
-Es posible, pero ahora regresemos, ¡vamos!, sube a mi lomo, que pronto estaremos en tu cabaña.
Los dos nuevos amigos emprendieron el viaje de regreso hacia el oriente cantando, “tengo tres cabritas en una cabaña, una me da leche, otra me da lana, otra mantequilla para la semana...”
Caminaban tan rápido que pronto dejaron atrás el Sol...


Fitufay

Había una vez una niña que vivía rodeada de muchos animales en la granja de sus padres, pero tenía la manía de maltratarlos.
Un día llegó a saltitos desde el enorme jardín de la casa de campo un hermoso conejo blanco y se acercó mansamente a la damita. En un principio la niña, por la novedad, lo trató con mucha delicadeza, porque jamás había visto un animal tan hermoso, pero pronto comenzó a maltratarlo igual que a los otros animales.
Lo tomaba de las patas traseras y hacía que los perros le mordisquearan las orejas. Le colocaba la comida en lo alto, para verlo como trataba de alcanzarla. Lo amarraba en el lomo del perro Sultán, (un enorme pastor ingles.), que trataba afanadamente soltárselo de encima. En fin, siempre se le ocurría alguna travesura nueva para aprovechar la mansedumbre del pequeño conejito blanco.
Un día lo subió a las ramas de un castaño para ver como podía bajarse, pero el pobre conejo al primer movimiento, se fue al suelo, cayendo en una forma tan diferente a los gatos, que resultó ser lo más cómico para la niña que no paraba de reírse. Nuevamente lo subió, pero ahora aún más alto y nuevamente el conejo azotó contra el suelo, quedando su hermoso pelaje confundido entre el polvo y las hojas secas.
La risa de la niña era contagiosa y hasta los perros empezaron a esperar que el animalito cayera para pelotearlo en el aire.
Después de varios porrazos, la niña lo toma nuevamente para trepar al árbol y se le cae por el peso, cayendo ella también al perder el equilibrio. Se levanta muy enojada con el conejo dispuesta a castigarlo, pero queda con su mano levantada y paralizada al ver que el pequeño conejo se había convertido en un enorme león y las fauces abiertas le sobrepasaban su estatura y los blancos colmillos parecían espadas reluciendo al sol.
-¡Basta de maltratar a los animales! - rugió el conejo león - ellos te acompañan y te cuidan, no debes tratarlos de esa manera.
La niña mantenía la boca abierta, sin poder hablar.
-No quiero volver a saber que maltratas tus mascotas - continuó el conejo león – porque volveré y serás un pequeño bocado en mi estómago.
Y la niña movía la cabeza hacia un lado y otro, tan confundida que no coordinaba lo que tenía que afirmar o negar.
Estaba tan asustada que ni siquiera podía llorar, sólo atinaba a mover la cabeza hacia todos lados, manteniendo la boca abierta y los ojos fijos en las enormes fauces del conejo león.
-¡No te olvides nunca de Fitufay – dijo finalmente el conejo león.
En un segundo recobró su figura normal y salió a saltitos por el bellísimo jardín, de la misma forma que había llegado un mes atrás.

Cuando por fin pudo volver a la realidad, notó que le dolían las mandíbulas de tanto tener abierta la boca y nunca más se olvidó del extraordinario cambio del pequeño conejo

Desde ese día cuidó con mucho cariño a todas las mascotas de la granja, llegando a ser la más célebre defensora de los animales y creadora de la organización más grande de protección a los animales en el mundo.


Los calcetines y el perro
Un día de invierno, un niño caminaba triste y entumido de frío por un lugar lleno de escombros. A lo lejos vio un perro que mordisqueaba algo de no podía distinguir.
El chiquillo se acercó, y se dio cuenta que el animal jugueteaba con unos calcetines que parecían nuevos. El niño le habló al animal que se dejó acariciar, soltando los calcetines. El muchachito muy entusiasmado tomó los calcetines y notó que le producían un extraño calor. Los acercó a su cuerpo y se sorprendió al sentirlos tan calientitos y suaves.
Se los llevó junto al hermoso perro, que lo siguió incondicionalmente meneando la cola de alegría por las caricias que le brindaba el niño.
En su casa los lavó con delicadeza. Cuando estuvieron secos, se los puso y sintió que un calor agradable le acariciaba los pies, cerró los ojos y dejó subir una tibia sensación de calor y felicidad.
Le pareció oír una delicada voz que le susurraba:
Si nos mantienes lejos del perro, cuidaremos tus pies y nunca tendrás frío.
El muchachito se asustó en un principio, pero después pensó que serían calcetines mágicos de algún genio poderoso.
Pasó el tiempo y los calcetines se mantenían nuevos.
En la noche se acostaba temprano para tener secretas y entretenidas conversaciones con los calcetines y el perro.
Les comentaba lo emocionante que era estar en el colegio aprendiendo muchas cosas nuevas.
Como ellos le hacían preguntas, el niño empezó a poner mucha atención para explicarle las maravillas que le enseñaban los profesores, porque ellos no podían escucharlas; uno porque estaba dentro de los zapatos y el otro porque tenía que cuidar la casa mientras su amo estudiaba.
Así, con tanto empeño que el niño colocaba en clases, llegó a ser el más habiloso del curso, el más alegre...el más feliz...

Dejadlos ser inocentes.

Desde muy pequeña, la niña jamás se durmió, mientras no rezaba las oraciones enseñadas por una abuela muy cristiana.
No importaba a la hora que se acostara, siempre repetía sus rezos y terminaba con “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Amén. Que me cuide mucho a mi papá, a mi mamá y a todos.
Y que sueñe bonito. Hasta mañana papá, hasta mañana mamá.”
Cuando entró al Colegio le sumó el Padre Nuestro, que se lo enseñó la Profesora de Religión.
Siempre estaba pendiente de no realizar nada que pueda ofender a Cristo y al Dios Padre.
La madre, la llevaba todos los días de la mano al colegio, el cual quedaba muy cerca de la casa.
Una mañana, exactamente la primera semana de clases del tercero básico, no dejó que la madre la tomara por la mano derecha.
-Pásate para el otro lado mamá – le dijo.
-¿Por qué? - le consultó la madre.
-Porque hoy me levanté con Jesús y él me lleva tomada de la otra mano... – fue la respuesta.

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