jueves, 25 de marzo de 2010

Terremoto y Maremoto en CHILE 27.02.2010.

Un reconocimiento a los pueblos devastados
por el terremoto y maremoto en Chile 2010.

CONCEPCIÓN
Nunca se sabrá la verdad del desastre
que azotó de Chile su espina dorsal.
Desde su yema, La Tierra, como un lastre
embistió con su potencia colosal.
Entró a Hualpén, siguió por Laguna Grande
y solapado desde el Norte de Penco
acorraló a Concepción como un gigante
remeciendo su paz hasta en sus cimientos.
Pasada la tres y media, quedó agónico
en sus barrios más alejados y pobres,
sus casas cayeron en minutos trágicos
no importando si eran cementos, adobes,
y maderas de los cerros aledaños.
Se cayeron puentes, edificios públicos,
semáforos, casas de ricos de antaño,
y grandes cúpulas de los sacros bíblicos.
El ruido subterráneo entró anunciando
su seísmo injusto, cruel y poderoso.
En plazas y calles se iban agolpando
espantadas madres con hijos llorosos.
Los penquistas o asustados visitantes
relatan una y otra vez sus historias
sin sentidos. Autómatas caminantes
buscando una razón. Entes sin memorias.
Como alucinando en un cuento sin fin
repiten y repiten…¡el terremoto…!
¡terremoto!, ¡por mi ángel y serafín!
¡Dios mío..!, ¡mi Dios..!, ¿que será de nosotros?..
Las tinieblas abrazan a Concepción
con su negra oscuridad inesperada,
ocultando el desastre del remezón
en una noche temblorosa y helada.
Incomunicados, insignificantes
frente a la naturaleza herida en su vientre.
Aislados en su mundo en el instante
que más requerían hablar con su gente.
Van entre los cerros Chepe, Caracol,
El Golf y Andahué, rebuscando entre escombros
negros, en espera que salga el Sol
para ver con ojos llorosos de asombro
el descalabro de enseres y moradas
convertidas en miserias inservibles.
Los fierros retorcidos por toneladas
rodean los hormigones irrisibles.
La vanidad herida de muerte, cae.
¡Alto Río ha muerto!.., ¡muera el constructor
del edificio de pilares infames!
¡Y vivan los Bomberos por su labor!
La peor tragedia de Concepción,
desde que Lautaro tomara venganza
de huincas usurpadores de su nación.
Cuando todo era progresos y labranzas…
cae grave Concepción, herido en su alma,
destrozado por tantas queridas vidas
que se fueron en un remezón sin calma,
bajo casas o caminos sin salidas.
Entre medio del descalabro y dolor
Lorenzo Constans, y su Torre de Pisa.
Un muy mal ejemplo de un mal constructor,
con sus declaraciones para la risa.
Por sus malos constructores se cayeron
grandes edificios caros y modernos.
Y mucha vidas humanas sucumbieron
entre hormigones con fierros del infierno.
Se venía otro desastre incomprensible
que los propios penquistas lo procrearon:
"Una lacra delictual impredecible".
La maldad y saqueos aparecieron
disfrazados de banas necesidades,
asaltan varios locales comerciales,
prosiguiendo como bandadas del Hades
de un lugar a otro, como entes animales
saquean y destruyen todo a su paso.
Lo poco que ha quedado de pie por suerte
o se salvó de reducirse a pedazos,
es robado por las bandas de la muerte.
Se apodera el descontrol de Concepción
y aparece el descalabro delictual.
Asaltando y rapiñando sin razón,
como payasos de una obra demencial.
Los hombres dormitaban en madrugadas
eternas… esperando el sismo, esperando…
esperando al ladrón, con palos, espadas,
escopetas, estoques; siempre esperando…
Se coparon de fogatas los pasajes
se tiznaron negras manos de hollines,
todo se hizo miedo, miedo y coraje
cuidando sus casas, rondando jardines.
La noche eterna, se hacía eterna y fría,
silente o llena de ulular de sirenas,
negra de lamentos… esperando el día
para hormiguear entre ruinas y penas.

COBQUECURA
“Bienvenidos a Cobquecura donde el mar
está más cerca de ustedes”, invocaba
un gran letrero a la entrada del lugar,
invitando a los turistas a sus playas.
Pero todo se transformó en cien segundos
con un sismos de carácter infernal;
que la gente ya creía el fin del mundo
por la fuerza impresionante y demencial
que bullía de las capas subterráneas
a treinta y dos kilómetros del subsuelo
arrasando de una manera instantánea
viviendas, puentes, madres, niños y abuelos.
Buscaba la muerte, inocentes dormidos
en medio de la noche negra y lunar,
mas, un milagro los sacó de sus nidos
y los condujo a los cerros del lugar.
Cerros El Silencio, Esperanza y Calvario
son refugios de los miles de turistas
que salvaron por “milagros campanarios”
de las olas que no fueron tan estrictas.
Epicentros telúricos, epicentros
de las madres suplicantes, epicentros
de fuerzas incomprendidas, epicentros
del milagros sin oleaje, epicentros,
epicentros, epicentros del dolor,
del silencio, de las casas destruidas,
de las noches en los cerros sin calor,
del recuerdo, de su dramática huída.
Tan grande ha sido el descalabro maldito
que hasta el eje de la tierra se ha doblado
Es el sismo más potente que se ha visto
que entre cinco más terrible se ha contado.
Duermen esperando la ayuda en los cerros.
No llega el agua, la comida, la lumbre.
Y la ilustre autoridad en su encierro
no ve la miseria desde su alta cumbre.
No pudo, ni con el oro de su báculo
Piceros detener la furia en sus tierras.
Desde su tumba observaba el espectáculo
tan terrible como un centenar de guerras.
Ni la misma Inés de Suarez con su espada
mata Caciques podía comprender
la inmensidad de la saña desatada
por Natura con sus muestras de poder.
Mariano Latorre no podrá escribir
la destrucción de su poblado natal.
No podrá en su tumba, tranquilo dormir,
si tantos cobquecuranos están mal.
Resurgirá Cobquecura nuevamente
entre ruinas demenciales sin razón,
volverá a invitar al veraneante
a sus playas de fantástica emoción
donde desfilan las obras de granito
que nacieron de paisajes celestiales,
en las rocas de pasados infinitos,
en “Pan de piedra”, de piedras ancestrales.
La Lobería, la Iglesia de la piedra,
La piedra de la ventana, son algunos
templos naturales tallados en piedras
por artistas consagrados y oportunos
en su inmensa imaginación celestial,
o por dioses de Picero Carampangue,
en los tiempos que una Tierra pre glaciar
brotaba del suelo los primeros lingues.
Nuevamente epicentro de un pueblo activo
serán sus playas amplias y de olas suaves.
Con hombres amables, serios y afectivos
se alzará como el vuelo de las aves.

VIÑA Y VALPARAÍSO
Donde tus hijos Chancos dejaron su huella,
caminarán también grande personajes:
Barones, reinas y famosas estrellas
luciendo su estirpe en graciosos carruajes.
En aguas surcadas por cueros de lobos
los Chancos remaron buscando el sustento,
hoy viven los tipos que venden de todo
y atestan las playas con grandes eventos.
Como hormigas caprichosas en Reñaca,
Concón, Cochoa y las Salinas, portando
escasas prendas, van divas sin petacas,
y chuscas damas, con cien trastos cargando.
El encanto de tus playas veraniegas
soleadas por un refulgente Sol,
son el orgullo de las zonas costeras
del Pacífico en su máximo esplendor.
Un movimiento insólito y caprichoso
despertó tu descanso paradisiaco.
La Tierras se sacudió como un coloso
lastimado en su vientre ígneo y sacro.
Viña solloza con focos apagados,
la playa gime espantada y solitaria,
los paseos claman por enamorados,
y las iglesias esperan mil plegarias.
Postes sin luminarias, muelles cerrados,
semáforos inútiles, Calles grises,
puentes sin pilares, palacios dañados,
muestran sus espantos en negros matices.
Avenida España, Borgoño y Maroto
corrieron buscando amparos sorpresivos
al despertar con gritos de terremoto,
de casas atestadas de muertos vivos,
de niñas aferradas y sorprendidas
en sueños de inocentes juegos de playa,
de turbas terminando fiestas vividas
en el mismo antro que ahora se desmaya.
El horror ha tocado tu estrecha puerta
con otro sismo de recuerdos negados,
y tan violento como la muerte incierta
en Mayo, al inicio del siglo pasado.
Otra vez de rodillas, Viña querida,
otra vez te levantarás de las ruinas,
otra vez cicatrizarás tus heridas,
digna, hermosa; de Reñaca a Las Salinas.

Aquí también estará tu hermano puerto,
recordando sus inicios centenarios,
que Almagro y Valdivia aceptaron, por cierto,
bautizarle con títulos milenarios.
Con su primer Alcalde José de Moya
se inicia en Plaza Orrego y Cerro Chivato
el camino a grandes épocas de gloria
de pintores consagrados y novatos.
En los cerros Placeres, Barón, Polanco,
Artillería y Merced, donde algún día
nacían calaminas y mármol blanco,
hoy se mezclan las razas con fantasías
de artistas y extranjeros admiradores,
en un crisol de románticos paisajes,
con ojos agolpados en miradores
tratando de trocarlos por su equipaje.
Nuevamente se unirán en la desgracia
levantando los palacios destruidos,
mejorando construcciones, sin falacias;
mitigando los dolores ya sufridos.
Cerros invadidos por funiculares
despertaron con miedos y sobresaltos,
tocados en sus cimientos minerales
raídos en sus avenidas de asfaltos;
impotentes para cubrir a sus hijos
pequeños ante la furia de la tierra,
curtidos por temblores, por maleficios,
y leyenda de piratas siempre en guerras.
Se cayeron como naipes de juguetes
los pilares de famosos edificios,
murallas de casonas o palacetes,
y casuchas de fonola y sacrificio.

JUAN FERNANDEZ
San Juan Bautista, recordaba piratas
guarnecidos en sus míticas riveras,
a tesoros enterrados, oro, plata
y marinos con ritos de calaveras;
a Juan y Mariano Egaña, Manuel Blanco,
José Ignacio Carrera y Manuel de Salas,
dejados por Osorio en cuevas de fango
y nidos del picaflor de rojas alas.
De pronto percibió el espanto acercarse
con sigilos de piratas condenados,
que buscaban en sus costas refugiarse
con mareas destructoras de poblados.
Alejandro Selkirk, despertó a Martina
avisando una tragedia silenciosa
sin temblores, o avisos de La Marina,
de la furia de las olas poderosas.
Martina avisó a sus padres sorprendidos
que venía un maremoto amenazante
y salieron en la noche sin sentidos
a los altos de los cerros colindantes.
Martina arriesgando su tierna inocencia
en medio de la noche corrió a la plaza
a tocar el gong con toda vehemencia,
demostrando la valentía de su raza.
Después de su heroica y acertada acción
corrió y corrió con la mar a sus espaldas,
tras de ella venía la desolación,
la muerte, vestida de agua y esmeraldas.
Sin pensar en su propia seguridad
que superan los temores del momento,
se coronó heroína, por sentimientos
de las islas, después de la gravedad.
Corrió, trescientos metros de marejadas,
salvó más de quinientas almas isleñas.
Algunas no escucharon sus campanadas
quedando confundidas entre las peñas…

ILOCA
¡Ay!, como duele tu rabia Madre Tierra,
como lloran tus hijos desconsolados.
Ocho punto ocho grados de miserias.
Casa, caminos y puentes destrozados.
¡Ay! Madre, como se remeció tu vientre.
Con que fuerzas azotaste tu corteza
sobre playas de tu mar impenitente.
Padre Neptuno, Madre Naturaleza,
como lloran tus hijos abandonados.
Cuanto sufren sus madres que no comprenden
la ira de mares y ríos desbordados.
Hasta quince metros tus olas ascienden
por las calles de Iloca en fatal carrera
arrasando los humildes caseríos.
Despierta el turista y corre y desespera
por las playas en infernales griteríos.
Iloca en invierno alojaba mil almas
en sus playas atestadas de pescados,
y en veranos invitaban a la calma
a siete mil bañistas ilusionados.
La Luna llena ilumina como un faro,
pero nadie repara en su inmensidad.
Tienen ojos sólo, para buscar amparo
en los momentos de tanta adversidad.
Así, porfiada en su afán de iluminar
negros caminos de la desolación,
va mostrando el poderío de la mar
que atacando como un mítico león
los persigue con oleajes de horror
por los cerros y caminos destrozados.
¡Ay!, mis hijos se han soltado, ¡qué dolor!,
es el llanto de padres desesperados.
Mil metros de marítimos oleajes
van subiendo las colinas tras la gente
que va huyendo por inútiles parajes
con la muerte a sus espaldas, impotentes,
espantados, implorando a un Señor
que no escucha sus plegarias miserables
en la inútil soledad de su dolor.
¡Ay! mi Iloca, de mil hermanos amables.
Sale una voz al aire, firme y valiente,
noticiando la desgracia incalculable.
La Radio Tropical Latina, a su gente
les informa como siempre…,¡responsable!
Los primeros en bajar al balneario
de la tragedia, se tornan en fotógrafos
y serios corresponsales sin salario,
y graban como avezados camarógrafos.
Mas, los segundos llegan como manadas
de lobos delictuales y roban todo,
saquean hasta las huesas destrozadas
y lo poco que no se ha llevado el lodo.
La plaza, la escuela, el Jardín Infantil,
y las cabañas recién inauguradas
desaparecieron en trágico fin
en las fauces de una mar encabritada.
Son mudos testigos de olas asesinas
cien botes de pescadores esforzados
que yacen entre las arenas salinas
o sobres calles del otrora poblado.
Cuando el Sol con su visible claridad
da las primeras zancadas en el cielo,
hasta el más duro en su triste soledad
llora y llora con inusual desconsuelo.
Porque hasta los más feroces animales
han bajado sus melenas orgullosas
ante el poder de las olas criminales
que golpeaban con su ira poderosa.
Atrapados entre barrotes y fangos,
del circo Las Montinis, varios leones
esperan como domesticados gatos
a sus dueños que han perdido el horizonte
por rutas cortadas, casas destruidas,
vidrios rotos; que daban fe de la fuerza
de la Tierra en sus letales sacudidas
y marejadas de una triste proeza.


CONSTITUCIÓN
Frente a costas sin tronos, la muerte viaja
subterránea, imprevista y solapada;
con un ruido que rebota en piedras laja,
con la fuerza mortal de un millón de espadas.
Saltó la Tierra como pingo encabritado
desmontando de su lomo las viviendas,
arrancando los cimientos empotrados
de mediaguas o recónditas haciendas.
Escaló por la raíz a la corteza
del dolor y los sollozos lastimeros,
sacudiendo de los pies a la cabeza
pobladores, campesinos o mineros.
En menos de media hora llegó el terror
con marejadas de diez a quince metros,
avanzando por las ruinas del temblor,
convirtiendo a medio pueblo en un siniestro.
Ingresó por las playas de Constitución
como a las cuatro del día veintisiete.
Ocho cuadras de llanto y desolación
La Muerte, como apocalíptico jinete
galopó destrozando todo a su paso.
Padres sin poder sostenerse en pie,
madres sorprendidas, niños sin regazos,
almas timoratas rogando a su fe.
Nada detenía el castigo demonche,
todo era gritos y desesperación,
perdidos en la oscuridad de la noche
buscando los altos de Constitución.
Otros tomaron autos para escapar,
pero chocan entre ellos o con murallas,
árboles, postes, semáforos, hangar
o animales. En medio de la batalla
abandonaron sus inútiles móviles
para seguir a pie…sin logra escapar.
Hasta los más lerdos se volvieron ágiles
en medio de la violencia de la mar.
Muchos quedaron clavados en los cerros
sin saber donde estaban sus horizontes,
en el silencio, sólo se oían los perros
buscando a sus amos en medio del monte.
Los más valientes bajaron a dolerse
del fango, de escombros y cientos de heridos.
El temblor interno debió detenerse
para lograr dimensionar lo ocurrido.
Las casas que resistieron el embate
de las olas del tsunami maricida,
se mecían en el agua como un yate
en las faldas de una rada guarnecida.
Los hombres en sus gemidos de esperanzas
buscaban en los escombros algún resto
de los bienes obtenidos con labranzas
en tantos años de trabajos modestos.
No podían comprender lo sucedido,
con algún hijo ceñido a su regazo,
heridos; o a medio vestir; entumidos
en la fría noche de golpe y porrazo.
Arboles, vehículos, muebles y cuerpos
ambulaban como peces extraviados
en aguas tornadas de color incierto
con llantos y dolores diseminados.
Algunos buscaban entre escombros ciertos,
con la secreta esperanza de encontrar
familiares sobrevivientes o muertos
en medio de la desolación del mar,
o bajo centenares de toneladas
de escombros, de barro, de casas ausentes,
de míseros restos de vida pasada,
de tantos recuerdos con toda su gente.
Arrancaban cada puñado de tierra,
buscando los cuerpos tal vez sepultados
en medio de tanta desgracia y miseria,
de amigos, vecinos y seres amados.
La desolación más grande es recorrer
cada lugar donde aparecían cuerpos,
con las amarguras de reconocer
en alguno de ellos, al amado muerto.
La negra muerte, sorprende injustamente
a Raeger Lavandero, Martín Campos
y Carlos Seib ( el bombero valiente),
más otros que no verán el campo santo.
Allí estarán en medio del frío suelo
como testigos de la injusta hecatombe,
de los que iniciarán el eterno duelo
por el descanso de su alma y sus nombres.

2 comentarios:

  1. Excelente....la descripción de cada lugar, las vivencias...muy bueno

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  2. Gracias Carlos, seguiré perfeccionando y describiendo el dolor de las ciudades del interior, Talca, Linares, Chillán y otros pueblitos abandonados por las autoridades y comunicadores sensacionalistas.
    Saludos HA.

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